Cristian
Chafloque Túllume
Desde tiempos remotos
los primeros habitantes se emplazaban en las tierras según sus criterios,
ocupándolas de manera progresiva (aunque sostenida). Así pues, con el
trascurrir de las épocas se fueron adaptando a las condiciones del lugar, siendo
éstas muy diversas, en donde por medio de la organización de patrones, iban
encontrando las soluciones ante distinta amenazas. Estos
iban mejorando conforme avanzaban las tecnologías, permitiendo a las distintas
culturas su consolidación y desarrollo en cuanto a las formas de vida y su
manera de habitar.
Es así como esta “tradición”
de la ocupación del espacio ha llegado hasta nuestros días, sin embargo, hace
muchas décadas que este fenómeno no se ha venido dando de la manera adecuada, esto
debido a las deficiencias de una planificación urbana, lo cual genera ciertas
incongruencias en la continuidad del tejido que conforma una ciudad,
subdividiendo ésta en sectores y clasificándolos por tipos de clases sociales,
lo que ocasiona un desequilibrio reflejado en la obtención de recursos de
primera necesidad, la habitabilidad y la cercanía a los centros urbanos.
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| Imagen 01: Disgregación urbana. Fuente: Plataforma Urbana |
Este fenómeno de urbanización,
cuyos procesos se orientan bajo la adquisición de rentas inmobiliarias
diferenciales, y no bajo criterios de inversión proyectados a la resolución de
la problemática sobre las deficientes condiciones humanas, se tradujo en un
desarrollo urbano insostenible, lo que provocó una situación de disgregación
socio-territorial en la que varios grupos de individuos orientados por una
lógica de la necesidad, expandieron la ciudad hacia zonas de la periferia cuyas
condiciones no eran aptas para el desarrollo urbano. Así pues, históricamente a esta mala praxis de la conversión de la
ciudad como un medio de cambio bajo intereses dirigidos a la acumulación del
capital, surgió una nueva concepción denominada como el derecho a la ciudad,
cuyos argumentos están sostenidos por Henri Lefebvre desde fines de los años 60.
“El derecho a la
ciudad, se define como el derecho de los habitantes urbanos a construir,
decidir y crear ciudad, y hacer de esta un espacio privilegiado de la lucha
anticapitalista”
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| Imagen 02: Derecho a la ciudad. Fuente: Archdaily |
Es así como se ha
venido desarrollando la ciudad, que como producto de las acciones sociales de
procesos complejos, no puede ser definida como algo específico, es por ello que
existen muchas definiciones para ésta, las cuales suele ser de carácter
provisional y perfectible sin poder evitarse. En consecuencia a este contexto,
surgió el término de ciudad capitalista, entendiendo ésta como “el espacio de
articulación territorial de procesos sustentados por diversos tipos de actores,
que despliegan lógicas diferenciadas en función de los objetivos y prioridades
que guían sus procesos productivos, así como por los diversos tipos de recursos
con que cuentan”
Por su parte, hablar de
ciudad capitalista, es referirnos a “un modelo determinado y dominante de hacer
ciudad, que exige que cualquier intervención ejecutada en la ciudad esté
orientada a la generación de plusvalías, hasta el punto de que es la propia
urbe la que deviene en objeto de consumo”
En este contexto es que
“surgieron nuevas estrategias habitacionales auto producidos y fundantes
principalmente por los agentes más damnificados”
Por su parte, las
viviendas de autogestión, fueron diseñadas para “complementar” las prácticas de
autoconstrucción, por lo que éstas se plantearon con el objetivo de “instrumentar
políticas de acceso a la vivienda de uso exclusivo y permanente, para hogares
de escasos recursos en situación crítica habitacional de la ciudad”
No obstante, este
planteamiento arquitectónico se vio perjudicado por otras entidades, las cuales
influyeron para que el tema de autogestión desapareciera con la inclusión de
nuevas medidas, perdiendo la esencia del proyecto sobre todo porque la
participación del ciudadano ya no era primordial.
Ante ello, actualmente
en muchas ciudades esta falta de inclusión del usuario en el diseño
arquitectónico se puede reflejar en la deficiente calidad de vida. Además,
sabemos que a lo largo de los años han existido muchas propuestas que se han
visto enfrentadas a una gran masa de limitaciones, tales como, la falta de
desarrollo en las herramientas específicas de diseño participativo, la
necesaria reforma sobre el papel de las principales organizaciones en la
producción del hábitat, la incipiente cultura de participación social en los
sectores más pobres, la falta de difusión mediante la práctica de estos temas,
etc. En consecuencia, aunque las limitaciones sean predominantes, sí es posible
intervenir en la producción
del hábitat desde una perspectiva que responda a la complejidad de la realidad
social, pues los técnicos y profesionistas del diseño y la planeación aún
pueden seguir proponiendo soluciones simples, parciales e incompletas, basadas
en una práctica tradicional y en nuestra limitada manera de ver el mundo; o
bien, podemos aceptar que, para hacer propuestas que realmente tiendan a buscar
una mejoría en la calidad de vida de sus pobladores, es necesario enfrentar
nuestra intervención en la producción del hábitat desde una perspectiva colectiva
y transdiciplinaria, a
partir del reconocimiento de la complejidad inherente a los procesos sociales,
y a través del uso de herramientas,
metodologías y técnicas alternativas
Referencias bibliográficas
Cmargo,
F. M. (2016). El derecho a la ciudad: de Henri Lefebvre a los análisis sobre
la ciudad capitalista. Folis, 3-19.
https://www.redalyc.org/pdf/3459/345945922001.pdf
García, M. M. (30 de Marzo de 2017). blogURBS.
recuperado de
http://www2.ual.es/RedURBS/BlogURBS/cartografia-de-la-ciudad-capitalista/
Gustavo Romero, R. M. (2004). La
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Hernandez, J. (2007). Estética y
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Negro, S. (2019). Reflexiones sobre el
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https://revistas.urp.edu.pe/index.php/Tradicion/article/view/2636
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http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Argentina/iigg-uba/20120802051652/czapata.pdf
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